En poco más de una década el sistema-mundo ha visto cómo dos grandes crisis globales han azotado a las relaciones sociales, políticas y económicas en todo el planeta. Recordamos (y sufrimos) la crisis de 2008 iniciada con la caída del gigante financiero estadounidense Lehman Brothers (interesante revisar films como Margin Call e Inside Job), a la que en el Estado español se sumó nuestro genuino estallido de la burbuja inmobiliaria. Una crisis que lastró la economía y agudizó las desigualdades sociales por más de un lustro.
Ahora, ya en 2020, nos enfrentamos a nueva crisis mundial, esta vez originada por la pandemia del COVID-19. Esta compleja crisis sanitaria, social y económica ha actuado como un auténtico shock. A las alarmantes cifras de muertos, se suma la transformación de las relaciones sociales, la dificultad de la conciliación y la complicada supervivencia de los sectores productivos de los países más castigados por el virus, entre ellos, el nuestro propio. Sumidos de lleno en la segunda ola, queremos reflexionar sobre la respuesta que se está dando a escala local desde la economía social y solidaria a esta situación extrema que está dejando una avalancha de empresas en concurso de acreedores o en situación de insolvencia. Bajo este contexto, ¿cómo se sitúa la economía solidaria?, ¿qué estrategias se están debatiendo para fortalecerla y seguir construyendo un salto de escala?
El pasado 29 de septiembre, Roberto Valdivieso, representando al Mercado Social de Madrid, participaba en un encuentro organizado por OMAL, en el que daba algunas claves al respecto. La primera, reivindicar la figura del cooperativismo, con más de cien años de historia, y que ha sido capaz de resistir a las grandes crisis del capitalismo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconocía en 2009, que las cooperativas habían demostrado ser más resistentes a la profundización de la crisis económica y sus efectos sobre el empleo mundial. “Según la propia OIT, en varios países europeos, incluido Alemania, el cooperativismo se considera como un elemento generador de seguridad y estabilidad económica, no sólo en momentos de crisis, sino también en momentos de bonanza”, aseguraba Valdivieso, y continuaba, “incluso en España, el Ministerio de Trabajo en el año 2013, cuando gobernaba el Partido Popular, reconoció que la destrucción de empleo en las cooperativas fue hasta 9 puntos inferior que el del resto de fórmulas societarias”, refiriéndose a la crisis financiera global que comenzó en 2008 como ya hemos señalado. ¿Pero cuál es el hecho diferencial que hace más resistentes a las cooperativas en la actual crisis? Valdivieso señala varios factores: modelos de democracia interna, capacidad de autogestión y ausencia de lucro, lo que permite tomar decisiones más justas y solidarias con una fuerte implicación de todas las personas socias.
Desde la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), en su XXV aniversario atravesado por la pandemia, también han querido hacer una revisión de su carta de principios bajo el actual contexto. La claves para salir reforzados y con mayor capacidad de ser alternativa las exponían, también en el encuentro de OMAL del 29 de septiembre, en base a sus seis principios de la siguiente manera:
Equidad:
La lectura de la economía feminista ha permitido ver cómo la crisis actual está profundizando las crisis de cuidados que impactan principalmente en las mujeres que son quienes concentran la mayor parte del trabajo reproductivo y, especialmente, en el colectivo de mujeres migrantes. Hay que asumir la gran responsabilidad que tienen las empresas para lograr un reparto equitativo de los trabajos de cuidados. Y la economía social y solidaria debe estar a la vanguardia en este asunto.
Trabajo:
Se hace apremiante, bajo el actual deterioro de las condiciones laborales, dignificar el trabajo y luchar contra la precariedad visibilizando tanto las tareas productivas como reproductivas ya sean remuneradas o no.
Sostenibilidad ambiental:
La pandemia ha hecho que desde la economía solidaria se replantee el modelo de las ciudades y la defensa de la biodiversidad. Es necesario iniciar una transición ecológica.
Sin fines lucrativos:
La reinversión de los beneficios en las propias empresas y el apoyo a iniciativas de transformación social (en estos meses las entidades de la economía solidaria han ofrecido multitud de ofertas, apoyo a cajas de resistencia o servicios gratuitos) fortalecen a las cooperativas y al tejido que se desarrolla en torno a la economía solidaria.
Compromiso con el entorno:
Apoyo al desarrollo local sostenible y comunitario del territorio. Lo que conlleva una apuesta por el pequeño comercio.
Cooperación:
Dentro y fuera de la Red. Participación en iniciativas sociales como por ejemplo el Plan de Choque Social, Ciudades por el Comercio Justo o las movilizaciones por el clima.
Para Valdivieso, “la salida de esta crisis desde la perspectiva de la economía solidaria pasa de manera muy importante por interpelarnos individualmente también como consumidores. Tenemos que valorar más que nunca el destino de nuestro consumo, porque eso determinará, siguiendo el enfoque de las finanzas éticas –pon tu dinero donde estén tus ideas–, qué tipo de sistema vamos a construir, porque además, la crisis se está cebando en la pequeña y microempresa que suele formar parte del pequeño comercio. Por eso, una de las propuestas principales es la construcción de un mercado social. Ese mercado social debe armonizar y coordinar las distintas iniciativas que se encuentran en la economía solidaria que abarcan una infinidad de sectores, desde la comunicación, energía, movilidad, agroecología, etc. y acercarlos a las consumidores y visibilizarlas como una apuesta alternativa a la economía dominante”.
En este sentido, podemos ver como una muestra de fortaleza de la economía solidaria la próxima apertura de los supermercados cooperativos La Osa y SuperCoop en Madrid y la ampliación de Biolibere en Getafe. En una línea similar se dibuja como próximo reto la creación de un Marketplace de la economía social y solidaria. “Un proyecto en el que se viene trabajando desde REAS, el Grupo Cooperativo Tangente y la revista Opcions para lograr que las entidades proveedoras, bajo posibles situaciones futuras de confinamiento y en plena emergencia sanitaria, puedan disponer de una herramienta de distribución ágil y plantarle cara a las economías de plataforma como Uber o Amazon,” asegura Valdivieso.
Sin duda, una de las herramientas básicas de lucha por una economía más justa y solidaria en los próximos años va ser el consumo, que ya toma dimensión de acto político en sí mismo. Si conseguimos integrar esta visión en nosotras mismas como ciudadanos y ciudadanas conscientes, lograremos, poco a poco, que la economía solidaria y el cooperativismo se sitúen como una alternativa real a la economía de mercado. Como sentencia en su final Inside job, “no será fácil, pero por algunas cosas vale la pena luchar”.
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