¿Cómo está afectando la crisis del COVID 19 a un grupo de emprendedoras rurales?
Enraizadas: emprendedoras rurales, la versión del proyecto Juntas Emprendemos en territorio rural, que comenzó el pasado mes de enero, como tantos otros proyectos en marcha de nuestro grupo cooperativo, también se ha visto paralizado, al menos en lo que a sus sesiones presenciales se refiere. Pero las participantes de esta edición, mujeres emprendedoras de la Sierra Oeste (Madrid), que iniciaron este taller el pasado enero con toda su ilusión y decididas a poner en marcha su proyecto, no están dispuestas, una vez asimilado el shock de los primeros días, a echar por tierra lo conseguido como grupo ni a detener su proceso de formulación y puesta en marcha de idea de negocio pesar de las medidas de confinamiento.
Para hacerle frente a esa sensación de vida en suspenso nos volvemos a juntar hoy. Nos reencontramos a través del Zoom, una de esas aplicaciones que está limando barreras para encontrarnos físicamente. Helena Argüello, artesana juguetera, impulsora del proyecto Variopinta, nos muestra el pico de la Machota que se ve desde su casa de Zarzalejo. A María García Teruel, formándose como arte terapeuta, le acompaña su hija, su cocina está animada mientras hacemos la sesión. Otras personas de su cotidianidad se cruzan por el fondo de sus pantallas, esta es una sesión íntima, alejada y a la vez. Estamos muy cerca en nuestras ganas de contarnos, de pensar juntas qué va a pasar con los proceso de cada una, con los proyectos que estaban en camino, redefinidos y perfilados antes de ser mostrados al mundo como lo que son: proyectos de autoempleo, proyectos donde cada una pone lo mejor de sí, para, como dice nuevamente Helena, “poder vivir la vida que queremos”.
Nos hemos juntado para ver cómo reconectar con esa ilusión, esa motivación que, como tantas otras cosas dejamos en suspenso en estos “días extraños”, como los llama Patricia Cabrero, impulsora de Enclave, un proyecto que aúna danza, medio ambiente y familia. Cancelaciones de pedidos, de clases presenciales programadas, imposibilidad de ir abastecerse de material, reducción de la capacidad de concentración, lidiar con la entelequia que supone conciliar el teletrabajo y tener a las criaturas en casa sin escuela, preocupación por el horizonte económico que tenemos por delante… Para Jimena Yagüe, diseñadora y gestora web, cuyo proyecto busca dar soporte on line a proyectos de la zona, una de las cuestiones más duras, en relación con su proyecto en cierne, es precisamente “no estar en el curso, no ver a las compañeras, que me daba muchísimo impulso para continuar”. Porque, ¿qué pasa con la evolución de los proyectos de las emprendedoras rurales en esta situación? ¿Desde dónde retomar la ilusión? ¿Cómo hacer escuchar nuestra versión de esta crisis en un relato y unas medidas que no parecen representar al medio rural y sus emprendedoras?
Están decididas a ser las protagonistas de su relato en esta crisis, como lo estaban siendo en la construcción de su proyecto de emprendimiento, así que establecemos una conversación para ver qué posibilidades está truncando el confinamiento, pero también para detectar qué otras grietas se están abriendo en esta situación para dejar entrar la luz. Lo hacemos como grupo pero también desde lo individual, sumando. Porque si hay un verbo que sale y una y otra vez en este momento es sumar. Como dice otra vez Jimena: “Creo que tras esta transición a un horizonte quizás más inestable para nosotras mujeres emprendedoras, debemos poner mayor esfuerzo en la unión para ser más fuertes y no caer. Y yo, a esta idea de cooperación entre mujeres quiero poner mi granito de arena con mi proyecto y sumar”.
Ante la pregunta de cómo se imaginan estas emprendedoras rurales los cambios que viviremos cuando superemos este momento, Karmele Angulo, cuyo proyecto Baobab, propone servicios de formación y asesoramiento en educación infantil, abunda en la idea de apoyarnos en lo colectivo: “Cuando todo esto acabe tendremos que volver a formarnos, buscando la autenticidad y obviar lo superfluo… Un paradigma nuevo nos espera. Nuestro deber como educadoras será volver a mirarnos, mirar a la infancia y avanzar como siempre lo hicimos para la transformación y el cambio”. Para Patricia, la mirada a la infancia y a las familias también supone una oportunidad que nos brinda este confinamiento, que a ella, como a tantas otras personas, está obligando a pasar mucho más tiempo del habitual con su hija: “En estos dias hago casi todas las cosas con ella y lo que más disfrutamos, yo, y ella parece que también, porque nos reímos mucho las dos, son nuestros momentos de danza, de juego desde lo corporal, de comunicación desde el cuerpo. Para mí son momentos mágicos, le tengo que preguntar a ella, ¿no?”.
Tratamos entonces de buscar visiones de un futuro próximo que nos ayuden a proyectarnos una vez que pase todo esto, unidas como emprendedoras rurales. Isabel Navarro, respecto a su proyecto de restauración Restauración de pintura y escultura Sierra Oeste, ve cristalinamente cómo: “En estos tiempos del COVID19 están aflorando entre otros muchos sentimientos la necesidad de comunicación, de la mirada, de cercanía. Me imagino con mucha claridad cómo converso con mi cliente ante un rico aperitivo en el jardín de mi luminoso taller, con sus obras dentro. Unas ya en el caballete cobrando de nuevo color, vida… Otras esperando a que llegue su turno…”. Todas imaginan también formas complementarias de economía, donde el intercambio humano juegue otro papel. Helena, por ejemplo, manifiesta: “Me invaden las ganas de que lo que hago llegue a más infancias, hacer cosas pequeñas para casas pequeñas, para bolsillos pequeños. Ofrecer la opción de trueque, descuentos, plazos de pago…, no se, abrirme a las necesidades y propuestas de cualquier familia. Espero que este cambio de vidas nos lleve a un lugar más comunitario y de más cercanía, más sostenible, más creativo”.
Con estas visiones vamos dando forma, cada una desde su situación concreta, a limitaciones y potencias, a un relato que nos permita comunicarnos pues con el exterior, pero sobre todo con nuestras aliadas, clientas y miembros de cada comunidad. Alicia Botella, artesana textil, de Churoloco Artesanía, decide dirigirlo a su grupo de adultas mayores, con quien tenía una clase presencial de ganchillo que quiere trasladar al plano virtual, nos cuenta cómo les hará llegar la propuesta: “Hola, locas mías. Con todo lo que estamos viviendo estos días y viendo que todavía se alargará un poco más, creo que sería muy beneficioso poder vernos (aunque sea de otra manera) y retomar las clases; recuperar nuestro rato de compartir, de aprender, de divertirnos y, ahora más que nunca, de hacernos compañía. Así que os propongo (toda la ayuda que necesitéis incluida) que empecemos a dar clases on line”. El reto de la edad de sus alumnas y las posibles dificultades en el desempeño tecnológico no le ha echado para atrás, al revés, le abre nuevas opciones para, tal vez, poder ampliar el número de clases.
Helena señala al horizonte común queriendo quitarle miedo al paisaje: “Ahora que siguen avanzando los días (y los que vendrán), me entra el deseo de perderle el miedo al futuro y me agarro a la confianza de que algo se me ocurrirá, algo se nos ocurrirá a todas para seguir adelante con nuestros proyectos”. Y cierra Jimena con un sentir que creo que las representa a todas: “A esta idea de cooperación entre mujeres quiero poner mi granito de arena con mi proyecto y sumar. Un proyecto donde las mujeres artesanas y artistas de territorio rural puedan dar soluciones en comunidad y a través de la comunicación a sus proyectos personales. Así que nos vemos en ese horizonte compañeras, donde acaba el arco iris…”.