El reloj sigue corriendo. Pronto nos quedarán sólo 10 años – hasta 2030 – para poder evitar los efectos irreversibles del cambio climático, o al menos los más dramáticos. Llevamos años escuchando que nuestro modelo de producción y consumo – y las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas – son la principal causa de este incremento de las temperaturas que modificará los patrones del clima, inundará cientos de ciudades y convertirá vergeles en desiertos, entre otros.
Y, sin embargo, el marketing nos sigue empujando a consumir cada vez más. Y, a juzgar por las balanzas de resultados de las empresas, buena parte de la ciudadanía les está siguiendo el juego. La Navidad ya convirtió las últimas semanas del año en una vorágine consumista, pero, no satisfecha, la industria sigue buscando nuevos motivos para hacernos sacar la billetera. Así, la vorágine se ha adelantado gracias al Black Friday, una estrategia de marketing importada de los Estados Unidos que ofrece suculentos descuentos – o al menos eso aseguran – durante el día de después de Acción de Gracias, este año el 29 de noviembre.
Con tan sólo 24 horas para decidir – aunque algunos comercios, la mayoría online, alargan la promoción todo el fin de semana – es fácil caer en la compra compulsiva. Por eso, ante la inmediatez, el Black Friday es el momento perfecto para pararse a reflexionar qué implican todos estos actos de consumo cotidiano. Porque su impacto no es baladí. Así, varios estudios recientes han cifrado el impacto de nuestro consumo, ya sea de forma directa o indirecta, en entre un 601 y un 72 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y un 80 por ciento del consumo de agua y tierra2. En muchos casos, esos impactos ni siquiera sirven para satisfacer necesidades reales. Así, según el documento ‘Exponential Roadmap”3, publicado con motivo de la Cumbre de Naciones Unidas de Acción por el Clima celebrada en septiembre en Nueva York, asegura que la “demanda de energía global puede descender un 40 por ciento sin sacrificar servicios ni calidad de vida según nuevos escenarios energéticos”.
En el caso del textil, uno de los sectores favoritos durante estas fechas consumistas, la reflexión es más necesaria que nunca porque su consumo y su impacto medioambiental han crecido de forma desmedida. Así, entre 1996 y 2012, los europeos incrementaron sus compras anuales de ropa un 40 por ciento4. Ahora, más del 30 por ciento de nuestras prendas tiene una vida inferior a un año, a pesar de que el 95 por ciento de la ropa que tiramos se podría utilizar de nuevo. El 10 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero se producen en esta industria, y un 20 por ciento de las aguas residuales5. Es, tras el petróleo, la segunda industria más contaminante del mundo.
La industria y los gobiernos son los principales responsables, pero no parecen dispuestos a tomar medidas. Y como consumidores, nuestras decisiones de compra son una de nuestras principales armas en la batalla. Así que, este Black Friday, antes de darle al botón de comprar, reflexiona y piensa en si realmente lo necesitas. O en si hay alguna alternativa más justa y sostenible que necesita tu apoyo para ese cambio tan necesario en nuestra forma de producir lo que consumimos.
Y si consigues superar el Black Friday indemne, no bajes la guardia. En menos de dos semanas lo volverán a intentar con el Cyber Monday.
Laura Villadiego-Bueno
Carro de Combate