Sin duda, el título de estas breves líneas te habrá sorprendido. Naturalmente, tú quieres que tu hija sea lo que ella quiera ser, así que no tienes nada en contra de que decida ser una ingeniera.
Parece una situación simple pero, entonces, ¿por qué hay tan poca presencia femenina en las profesiones tecnológicas (y en muchas ramas de la ciencia)? ¿Será que las chicas no quieren? ¿Todas se han puesto de acuerdo en no querer?
Por poco espíritu crítico que se tenga, salta a la vista que la socialización de género especializa y orienta a las mujeres hacia tareas relacionales, reproductivas, de cuidados y de reconstrucción del vínculo social, lo cual libera a los hombres para otro tipo de tareas.
Observando a los niños y niñas de un año, de dos años… en muchos casos ya se observa esta especialización, sin que las familias sepan a ciencia cierta por qué el niño disfruta con los coches y los balones, y no le motivan las muñecas. ¿Quién le ha enseñado eso? ¿De dónde lo ha aprendido? ¿O es que lo traía ya “de serie”?
Sin entrar en si es una cosa o la otra, o las dos a la vez, la cuestión es que si quieres, no ya que tu hija sea ingeniera, sino que al menos contemple esa posibilidad como una opción igual de válida que otras (ser doctora, profesora, diseñadora…), si realmente quieres que disfrute de un marco de libertad que le permita, realmente, poder elegir a lo que quiere dedicarse… tendrás, tendremos, que hacer bastante trabajo extra.
Hay que hacer un incansable trabajo extra para compensar tendencias y sesgos que pasan por ser naturales y que, quizás, sean condicionamientos sociales que se puedan revertir para ofrecer a los niños y niñas una mayor libertad. No se trata de sumergir a las niñas en unas pocas acciones espectaculares, sino de ofrecerles un goteo cotidiano de invitaciones a disfrutar de las ciencias y de las tecnologías, de sus desafiantes problemas, de sus estimulantes creaciones, de la ingeniosa belleza de muchas de sus creaciones… y también a estar alerta de sus perniciosas consecuencias, cuando las haya.
Ten en cuenta que tus hijos e hijas no aprenden lo que les dices: te aprenden a ti. Así que mucho de ese trabajo extra pasa por ti, por cambiar tu relación con las ciencias y las tecnologías, por traerlas a casa y convertirlas en un asunto cotidiano interesante y divertido.
¿Te ve tu hija con un destornillador arreglando aparatos o destripando los que ya no funcionan? ¿Sabe dónde está la caja de herramientas y la usa, por lo menos, una vez a la semana? Cuando le lees cuentos o le regalas libros ¿tienes presente ofrecerle narrativa científica adecuada a su edad? La hay para todas las edades. A la hora de comer ¿comentáis noticias científicas? ¿Sacáis jugo a la actualidad científica y tecnológica, tanto para comprenderla como para elaborar un juicio crítico? El domingo, después de comer ¿sacáis los juegos de mesa “lógicos” o, incluso, matemáticos? En los viajes en coche, ¿disfrutáis de las matemáticas factorizando los números de las matrículas? ¿visitáis el museo de la ciencia por lo menos una vez al trimestre?
La economía social y solidaria, y el mundo en general, necesita ingenieras. Necesita mujeres que cuiden de la vida y del planeta aplicando tecnologías desde planteamientos feministas y críticos. Los grandes retos medioambientales y sociales van a requerir de muchas ingenieras trabajando a favor de la vida y no solo del dinero y del poder. Ayuda a tu hija para que, por lo menos, tenga la oportunidad de plantearse si querría ser ingeniera.
Autora: Margarita Padilla, de la cooperativa Dabne
Texto realizado por DABNE para el Mercado Social de Madrid.